Hemos intentado muchas veces y durante muchos años
resolver nuestros conflictos con nuestras fuerzas, y también con nuestras
armas; pero nuestros esfuerzos han sido en vano.
Ahora, Señor, ayúdanos tú. Danos tú la paz,
enséñanos tú la paz, guíanos tú hacia la paz.
Abre nuestros ojos y nuestros corazones, y danos la
valentía para decir: «¡Nunca más la guerra!»; «con la guerra, todo queda
destruido».
Infúndenos el valor de llevar a cabo gestos
concretos para construir la paz.
Dios de amor que nos has creado y nos llamas a
vivir como hermanos, danos la fuerza para ser cada día artesanos de la
paz;
danos la capacidad de mirar con benevolencia a
todos los hermanos que encontramos en nuestro camino.
Haznos disponibles para escuchar el clamor de
nuestros ciudadanos que nos piden transformar nuestras armas en instrumentos de
paz,
nuestros temores en confianza y nuestras tensiones
en perdón.
Mantén encendida en nosotros la llama de la
esperanza para tomar con paciente perseverancia opciones de diálogo y
reconciliación, para que finalmente triunfe la paz.
Y que sean desterradas del corazón de todo hombre
estas palabras: división, odio, guerra.
Señor, desarma la lengua y las manos, renueva los
corazones y las mentes, para que la palabra que nos lleva al encuentro sea
siempre «hermano», y el estilo de nuestra vida se convierta en shalom, paz,
salam. Amén.
(Papa Francisco)