Oh,
Santa Teresa, Virgen seráfica,
querida
esposa de Tu Señor Crucificado,
tú
quien en la tierra ardió con un amor
tan
intenso hacia tu Dios y mi Dios
y
ahora iluminas como una llama
resplandeciente en el paraíso,
obtén
para mí también, un destello
de
ese mismo fuego ardiente y santo
que
me ayude a olvidar el mundo,
las
cosas creadas, aún yo mismo,
porque
tu ardiente deseo era verle adorado
por
todos los hombres.
Concédeme
que todos mis pensamientos, deseos y afectos sean dirigidos siempre
a
hacer la voluntad de Dios,
la bondad
suprema,
aún
estando en gozo o en dolor,
porque
Él es digno de ser amado
y
obedecido por siempre.
Obtén
para mí esta gracia,
tú
que eres tan poderosa con Dios,
que
yo me llene de fuego, como tú,
con
el santo Amor de Dios.
Amén.