Dios te salve, María, por la luz de la luz transfigurada.
Dios te llena y te guía, y el fruto de tu vientre en tu mirada.
Dios te salvó, María. Te llenó de su fuerza
complaciente, como el fuego del sol llena la aurora, como el agua la fuente.
Maduró con su luz y su ternura, el fruto de tu
amor y de tu vientre.
Santa María, hija del pueblo, Madre paciente,
fiel, generosa, pobre y sencilla...
Míranos peregrinos, vacilantes, cultivando este
viejo paraíso, caminando hacia tu cielo lentamente.
No queremos cansarnos de este mundo, ni buscamos un
refugio celeste.
Pero Tú no te canses de mostrarnos la meta, los
caminos, ahora y siempre
V.M. Arbeola
Obtenido de: http://conventosantaclara.blogspot.com
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