¡Oh poderosa soberana nuestra! Venid a socorrer nuestra debilidad, y dignaos interceder por nosotros ante vuestro divino Hijo, nuestro Señor Jesucristo. ¿Quién podrá hacerlo mejor que Vos, su Madre, que gozasteis íntimamente las dulzuras de su amor y su compañía en la tierra, y que ahora le poseéis plenamente en el cielo? Habla a vuestro Hijo, oh purísima Virgen, habladle, os lo suplicamos; pues a vos os escucha y os concede todo cuanto le pedís. Dignaos pedir para nosotros un gran amor de Dios, la perseverancia en su santa gracia, y la felicidad de morir en su amistad, a fin de poderos ver con Él y alabaros eternamente.
(San Bernardo)