Dios de nuestros padres, Señor de la misericordia y Espíritu de la verdad, yo, pobre criatura, me postro ante tu divina Majestad, consciente de la infinita necesidad que tengo de tu divina Sabiduría, que he perdido a causa de mis pecados. Y pongo toda mi confianza en la promesa que has hecho a cuantos te la pidan sin dudar: hoy vengo a suplicártela con toda la insistencia posible y con la humildad más profunda.
Envíanos, Señor, esa Sabiduría que se mantiene siempre ante tu trono. Envíanosla para sostener nuestra debilidad, iluminar nuestra mente, inflamar nuestro corazón, hablar y obrar, trabajar y sufrir contigo, orientar nuestros pasos y llenar nuestra alma con las virtudes de Jesucristo y los dones del Espíritu Santo, pues sólo ella posee todos tus tesoros.
Padre de la misericordia y Dios de todo consuelo, te pedimos el tesoro infinito de tu Sabiduría, por las entrañas misericordiosas de María, por la sangre preciosa de tu amadísimo Hijo y por el deseo ardentísimo que tienes de comunicar tus dones a tus desheredadas criaturas. ¡Escucha, Señor, nuestra plegaria!
(San Luís María Grignion de Montfort)
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