Ayúdame Señor a comprender a mis hijos,
a escuchar pacientemente lo que quieren
decirme,
y a responderles todas sus preguntas con
amabilidad.
Evítame que los interrumpa,
que les dispute o contradiga.
Hazme cortés con ellos,
para que ellos sean conmigo de igual
manera.
Dame el valor de confesar mis errores,
y pedirles perdón cuando comprenda que
he cometido una falta.
Impídeme que lastime los sentimientos de
mis hijos.
Prohíbeme que me ria de sus errores,
o que recurra a la afrenta y a la burla
como castigo.
No me permitas que induzca a mis hijos a
mentir o a robar.
Guíame hora tras hora para que confirme,
por lo que digo y hago,
que la honestidad es fuente de felicidad.
Modera, te ruego, la maldad en mí.
Evítame que los incomode,
y cuando esté malhumorada,
ayúdame, Dios mío, a callarme.
Hazme ciega ante los pequeños errores de
mis hijos,
y auxíliame a ver las cosas buenas que
ellos hacen.
Ayúdame a tratar a mis hijos como niños
de su edad,
y no me permitas exigirles el juicio y
convicciones de los adultos.
Facúltame para no robarles la
oportunidad de confiar en si mismos, pensar, escoger o tomar decisiones.
Oponte a que los castigue para
satisfacer mi egoísmo.
Socórreme, para concederles todos los
deseos que sean razonables, y apóyame,
para tener el valor de negarles las
comodidades que yo comprendo que les harán daño.
Hazme justa y ecuánime,
considerada y sociable para con mis
hijos,
de tal manera que ellos sientan todo mi
amor.
Amén.
Papa Francisco