Dios, padre lleno de clemencia, como el hijo pródigo,
que marchó hacia tu encuentro, te digo;
“He pecado contra ti, ya no merezco llamarme hijo tuyo”.
Cristo Jesús, salvador del mundo, como el ladrón al
que abriste las puertas del paraíso, te ruego:
“Acuérdate de mí, Señor, en tu reino”.
Espíritu santo, fuente de amor, confiadamente te
invoco:
“Purifícame, y haz que camine como hijo de la luz”.
Dios mío, con todo corazón me arrepiento de todo el
mal que he hecho y de todo lo bueno que he dejado de hacer.
Al pecar, te he ofendido a ti, que eres el supremo
bien y digno de ser amado sobre todas las cosas.
Propongo firmemente con la ayuda de tu gracia, hacer
penitencia, no volver a pecar y huir de las ocasiones de pecado.
Señor, por los méritos de la pasión de nuestro
salvador Jesucristo, apiádate de mí
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