Acordaos, OH piadosa Virgen María, que jamás se ha oído decir que ninguno que haya acudido a Ti, implorando tu asistencia y reclamando tu socorro, haya sido abandonado de Ti.
Animado con esta confianza, a Ti también acudo, OH Virgen Madre de las vírgenes, y aunque gimiendo bajo el peso de mis pecados, me atrevo a comparecer ante tu presencia soberana. No desechéis, OH purísima Madre de Dios, mis humildes súplicas; antes bien, escuchadlas favorablemente.
Así sea.
(Pidamos las gracias que deseamos conseguir, hoy, por intercesión de nuestra Madre, María)
1. Madre mía, amantísima, en todos los instantes de mi vida, acordaos de mí, miserable pecador.
Avemaría.
2. Acueducto de las divinas gracias, concédeme abundancia de lágrimas, para llorar mis pecados.
Avemaría.
3. Reina de cielos y tierra, sed mi amparo y defensa en las tentaciones de mis enemigos.
Avemaría.
4. Inmaculada hija de Joaquín y Ana, alánzame de tu Santísimo Hijo las gracias que necesito para mi salvación. Avemaría.
5. Abogada y refugio de los pecadores, asistidme en el trance de mi muerte y abridme las puertas del cielo.
Avemaría.