Mi Señor Jesucristo: acordaos
de mí que soy pecador; Virgen Santísima rogad por mí que soy pecador, a vuestro
amado hijo, preciosa hermosura de los ángeles, de los apóstoles y confesores;
gloria de los serafines, corona de las vírgenes, libradme de aquella espantosa
figura cuando mi alma saliere de mi cuerpo.
¡Oh Santísima fuente de piedad
y hermosura de Jesucristo, alegría de la gloria, consolación del claro remedio
de los trabajos!.
Con Vos, Virgen prudentísima,
se alegran los ángeles.
Encomendad mi alma y la de
todos los fieles cristianos, rogad por nosotros a vuestro bendito Hijo y
conducidnos al paraíso eterno, en donde reináis y vivís siempre, allí os
alabaremos eternamente.
Amén Jesús.
Soberana Virgen María a Jesús,
Hijo de Dios vivo, pues lo habéis parido, rogad por todos los pecadores para
que nos perdone, líbranos del enemigo que nos combate y concédenos la gloria
eterna.
Amén Jesús.
La referida oración se hace
digna de crédito por ser aprobada por los Sumos Pontífices, quienes han
concedido muchos días de indulgencia a los que confesados y comulgados la lean
con devoción.
Alabada sea la Sagrada Pasión
y muerte de nuestro Señor Jesucristo, para siempre.
Amén Jesús, María y José.
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