Creador incomprensible, yo te adoro. Soy ante ti como
un poco de polvo, un ser de ayer, de la hora pasada. Me basta retroceder sólo
unos pocos años, y no existía todavía… Las cosas seguían su curso sin mí. Pero tú
existes desde la eternidad. ¡Oh Dios!, desde la eternidad te has bastado a ti
mismo, el Padre al Hijo y el Hijo al Padre. ¿No deberías también poderme
bastarme a mí, tu pobre criatura?... En ti encuentro todo cuanto puedo anhelar.
Me basta si te tengo…
¡Dáteme a mi como yo me doy a ti, Dios mío! ¡Dáteme tú
mismo! Fortaléceme, Dios todopoderoso, con tu fuerza interior; consuélame con
tu paz, que siempre permanece; sáciame con la belleza de tu rostro; ilumíname
con tu esplendor increado; purifícame con el aroma de tu santidad inexpresable;
déjame sumergirme en ti y dame de beber del torrente de tu gracia cuanto puede
apetecer un hombre mortal, de los torrentes que fluyen del Padre y del Hijo; de
la gracia de tu amor eterno y consubstancial.
No hay comentarios:
Publicar un comentario