Espíritu Santo, eres el alma de mi alma, te adoro
humildemente.
Ilumíname, fortifícame, guíame, consuélame.
Y en cuanto corresponde al plan eterno Padre Dios
revélame tus deseos.
Dame a conocer lo que el Amor eterno desea en mí.
Dame a conocer lo que debo realizar.
Dame a conocer lo que debo sufrir.
Dame a conocer lo que con silenciosa modestia y en
oración, debo aceptar, cargar y soportar.
Si, Espíritu Santo, dame a conocer tu voluntad y la
voluntad del Padre.
Pues toda mi vida no quiero ser otra cosa que un
continuado perpetuo Si a los deseos y al querer del eterno Padre Dios.
(P. José
Kentenich)
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