Me falta el vino del amor, María,
el vino que mi cántaro vacio
siempre soñó: tu corazón el mío
ricos de Dios y llenos de alegría.
Cuando todo en mi vida florecía,
yo gozaba el amor, igual que un río,
pero luego en locura y desvarío
cayó mi corazón y en nieve fría.
El agua que me queda es ya bien poca,
Señora del Señor de mi alma inquieta,
y mi tinaja engrandeció su boca.
Alcánzame un milagro vespertino,
y así tendré el amor y la secreta
gloria del agua convertida en vino
(Jesús Bermejo)
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