lunes, 20 de diciembre de 2010

Quejas de Navidad

Se acerca la Navidad, fecha de mi cumpleaños. En estos días la gente hace muchas compras, hay anuncios en la radio, en la televisión. En todas partes no se habla de otra cosa, sino de lo poco que falta par que llegue ese día. Me agrada saber que al menos un día al año algunas personas piensan un poco en Mi. Hace muchos años se empezó a celebrar esta fiesta de mi cumpleaños. La verdad es que al principio las gentes no acababan de comprender y agradecer lo mucho que hice por ellas. Pero hoy en día me da la impresión que nadie sabe para qué se celebra esta fiesta.

La gente se reúne y se divierte mucho, pero no saben de qué se trata. Recuerdo que el año pasado hicieron una gran fiesta en mi honor. Había cosas muy deliciosas en la mesa, todo estaba decorado y recuerdo que había también muchos regalos. Pero ¿sabes una cosa?, ¡Ni siquiera me invitaron!. Yo era en realidad el invitado de honor y ni siquiera se acordaron de invitarme. Cuando fui a asistir a la gran fiesta, me dejaron fuera, me cerraron la puerta… y yo deseaba compartir la mesa con ellos…

La verdad es que no me sorprendí. Ya en los últimos años me cerraron la puerta. Y, como no me habían invitado, se me ocurrió entrar sin hacer ruido. Entré y me quedé en un rincón. Todos estaban bebiendo, había algunos ebrios contando chistes, carcajeándose. Lo estaban pasando en grande. Para colmo llegó un viejo gordo, vestido de rojo, de barba blanca. Parecía que había bebido de más y se dejó caer pesadamente en un sillón, y todos los chicos corrieron hacia él, gritando: “¡Santa Claus, Santa Claus!”, ¡Como si la fiesta fuera en su honor!


Llegaron las doce de la noche y todos empezaron a abrazarse. Yo extendí mis brazos, esperando que alguien me abrazara y… ¿sabes? Nadie me abrazó… De repente todos empezaron a repartirse los regalos. Uno a uno los fueron abriendo, hasta que abrieron todos. Me acerqué para ver si de casualidad había alguno para mí. ¡Nadie se había acordado de mí!, ¿Qué sentirías tu, si el día de tu cumpleaños se hicieran regalos unos a otros y a ti no te regalaran nada? Comprendí entonces que yo sobraba en esa fiesta; salí sin hacer ruido, cerré la puerta y me retiré. Cada año que pasa es peor. La gente sólo se acuerda de la cena, de los regalos y de las fiestas. Pero de mí nadie se acuerda.

Yo quisiera que este año tú me permitieras entrar en tu vida. Quisiera que reconocieras que hace más de dos mil años vine a este mundo para dar mi vida por ti en la cruz y de esta forma poder salvarte. Hoy sólo quiero que tú creas esto con todo tu corazón. Como tampoco me han invitado este año, he pensado hacer mi propia fiesta, no tan llamativa, pero en la que se intercambiarán muchas muestras de amor y cariño. Pienso invitar a todos los hombres y mujeres de buena voluntad.

Hay también una invitación para ti. Dime si quieres asistir y te reservaré un lugar. Pero sábete que, aunque todo el mundo esté invitado, sólo inscribiré con letras de oro en mi gran libro de invitados a aquellos que se alejan de esas fiestas, donde no me quieren ver, y vienen a la mía con el corazón abierto al amor. Espero que tú seas uno de ellos. ¡No te pierdas mi fiesta! Prometo llenarte de una alegría inolvidable.

Jesús de Nazaret

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