Pero se con certidumbre que nada puede sucederme que Tú no lo tengas previsto, regulado y ordenado desde toda la eternidad; esto me basta.
Adoro tus impenetrables y eternos designios y los acato con todo mi corazón.
Todo lo quiero, todo lo acepto y uno mi oblación al sacrificio de Jesucristo, mi divino Salvador.
Te pido en su nombre y por sus méritos infinitos, paciencia en mis pruebas, y una perfecta y entera sumisión a todo cuanto me quiera enviar tu bondadosa
Providencia.
Amén.
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