Toda hermosura eres, María.
Y la mancha original no está en ti.
Tú eres la gloria de Jerusalén.
Tú, la alegría de Israel.
Tú eres el honor de nuestro pueblo.
Tú eres la abogada de los pecadores.
¡Oh!, María. Virgen prudentísima.
Madre clementísima.
Ruega por nosotros.
Intercede por nosotros ante Nuestro Señor, Jesucristo.
Amén.
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