Has oído,
virgen, que concebirás y darás a luz un hijo.
Has oído
que no será por obra de varón, sino por obra del Espíritu Santo.
Mira que el
ángel aguarda tu respuesta: ya es tiempo de que vuelva al Señor que lo envió.
También
nosotros, condenados a muerte por sentencia divina, esperamos, Señora, tu
palabra de misericordia.
En tus
manos está el precio de nuestra salvación; Si consientes, de inmediato seremos
librados.
Apresúrate
a dar tu consentimiento, Virgen, responde sin demora al ángel, mejor dicho, al Señor,
que te ha hablado por medio del ángel.
Di una
palabra y recibe al que es la palabra, pronuncia tu palabra humana y concibe al
que es la Palabra
divina, profiere una palabra transitoria y recibe en tu seno al que es la Palabra eterna.
¿Por qué
tardas? ¿por qué dudas?.
Cree,
acepta y recibe.
Abre,
Virgen Santa, tu corazón a la fe, tus labios al consentimiento, tu seno al
Creador.
Mira que el
deseado de todas las naciones está junto a tu puerta y llama.
Si te
demoras, pasará de largo y entonces, con
dolor, volverás a buscar al que ama tu alma.
Levántate,
corre, abre.
Levántate
por la fe, corre por el amor, abre por el consentimiento.
Aquí está –
dice la Virgen – “la esclava del Señor, hágase en mí según tu palabra”
(San Bernardo)
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