¡Oh María! ¡Soberana y Señora nuestra! En vuestro misericordioso seno me arrojo con confianza, y bajo vuestra Santa custodia pongo sin reserva, todos los días de mi vida y a la hora de mi muerte, mi alma y mi cuerpo, mi esperanza y mi consuelo, mis penas y mis miserias, mi alegría y mi felicidad… para que mis pensamientos, mis palabras y mis obras sean dirigidos según vuestra voluntad y la de vuestro adorable Hijo.
Amén
(San Luís Gonzaga)
No hay comentarios:
Publicar un comentario