¡Virgen bondadosa! ¡Madre misericordiosa! Yo os encomiendo mi cuerpo y mi alma, mis pensamientos y mis acciones, mi vida y mi muerte. Ayudadme, ¡oh Reina mía!, y libradme de todas las asechanzas del demonio.
Concededme la gracia de amar a mi Señor Jesucristo, vuestro Hijo, con un amor verdadero y perfecto, y la de amaros, después de Él, ¡oh María!, sobre todas las cosas.
Amén.
(Santo Tomás de Aquino)
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