Además del belén y de la imagen del Niño Jesús, hay otro signo que se ha convertido en característico de la Navidad, es el árbol.
De origen nórdico (Alemania, siglo XVI), tuvo desde el principio un sentido claramente cristiano. El árbol nos recuerda, por una parte, el árbol del Paraíso, según el libro del Génesis y por otra, el árbol que según el Apocalípsis estará plantado, como símbolo de vida y fecundidad, en el cielo. Entre uno y otro encontramos el árbol de la Cruz , en el que Jesús nos ha salvado.
Por tanto el árbol es signo de vida y frutos, pero también de luz, luz representada por las velas que algunas veces se ponen en su interior, o las luces de colores que cuelgan de él. Cristo es la luz, y la estrella que guío a los Magos de Oriente hasta donde estaba el recién nacido, es la estrella que ponemos en la copa del árbol, indicándonos el camino que nos lleva a celebrar su nacimiento.
Oración de bendición
Dios, Padre nuestro, fuente de la vida.
Tú has creado todo lo que existe,
la naturaleza, todos los seres vivos.
Hoy, en la alegría de las fiestas de la Navidad , Inauguramos este árbol,
que es como un signo de la fuerza y la fecundidad
que tú has puesto en nuestro mundo.
Este árbol nos invita a mirar hacia arriba, hacia ti,
y al mismo tiempo nos recuerda
que tú, al enviarnos a tu Hijo Jesús,
has querido estar cerca de nosotros
y has arraigado en nuestra tierra.
Estos días de Navidad
celebramos que tu Hijo ha venido a nacer
aquí, en nuestro mundo,
para llenarnos de luz, de gracia, de esperanza.
Dios, Padre nuestro,
que la luz y la gracia de Jesús, tu Hijo,
nos ilumine siempre. Amén.
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