sábado, 24 de noviembre de 2012

Consagración del género humano a Cristo Rey

Dulce Jesús, Redentor del género humano; míranos humildemente postrados ante tu presencia. Vuestros somos y tuyos queremos ser; y para que podamos unirnos hoy más íntimamente con vos, cada uno de nosotros se consagra espontáneamente a tu Sagrado Corazón.

Es verdad que muchos jamás te conocieron; que muchos te abandonaron después de haber despreciado tus mandamientos. Ten misericordia de unos y otros, benigno Jesús, y atráelos a todos a tu Santísimo Corazón.

Reina, Señor, no sólo sobre los fieles que jamás se apartaron de Ti, sino también sobre los hijos pródigos que te abandonaron; haz que estos regresen prontamente a la casa paterna para que no perezcan de hambre y de miseria.

Reina sobre aquellos a quienes traen engañados las falsas doctrinas o se hallan divididos por la discordia, y vuélvelos al puerto de la verdad y a la unidad de la fe, para que en breve no haya sino un solo redil y un solo pastor.

Concede, Señor, a tu Iglesia segura y completa libertad; otorga la paz a las naciones y haz que del uno al otro polo de la tierra resuene esta sola voz: alabado sea el Divino Corazón, por quien nos vino la salud: a Él sea la gloria y honor por todos los siglos de los siglos.

Amén.

viernes, 16 de noviembre de 2012

Uno cosecha lo que siembra

Una  mañana una mujer bien vestida se paró frente a un hombre desamparado, quien lentamente levantó la vista, y miro  claramente a la mujer que parecía acostumbrada a las cosas  buenas de la vida.

Su abrigo era nuevo, parecía que nunca  se había perdido una comida. Su primer  pensamiento fue: “Solo se quiere burlar de mi", como  tantos otros lo habían hecho.
 
¡¡Por Favor  Déjeme en paz!!, gruñó el indigente.
   
Para su sorpresa,  la mujer siguió enfrente de él. Ella sonreía, sus dientes blancos mostraban destellos  deslumbrantes. 

"¿Tienes  hambre?", preguntó ella. "No", contestó sarcásticamente. "Acabo de llegar de cenar con el presidente, ahora  vete." 

La sonrisa de la mujer se hizo aún más Grande. De pronto el hombre sintió una mano suave bajo el  brazo. "¿Qué hace usted, señora?" -preguntó el hombre  enojado. 

“¡¡Le digo que me deje en paz!!”

Justo  en ese momento un policía se acercó. "¿Hay algún problema, señora?" -le preguntó el oficial.
            
" Aquí no hay ningún problema, oficial, contestó la mujer .., "Sólo estoy tratando  de ayudarle para que se ponga de pie ..., ¿Me ayudaría?". El oficial se rascó la cabeza. "Si, el Viejo Juan, Ha sido un  estorbo por aquí por los últimos años. ¿Qué quiere usted  con él?" Pregunto el oficial.

"¿Ve la cafetería de  allí?" -preguntó ella. "Yo voy a darle algo de comer y a sacarlo del frío por un ratito." 

"¿Está loca, señora?", el pobre desamparado se resistió. "¡Yo no quiero ir ahí!".

Entonces sintió dos fuertes manos agarrándolo de los  brazos y lo levantaron. 

"Déjame ir oficial, Yo no hice  nada"

"Vamos Viejo, esta es una Buena  oportunidad para ti", el oficial le susurró al oído".
 
Finalmente, y con cierta dificultad, la mujer y el agente de policía llevaron al Viejo Juan a la cafetería y  lo sentaron en una mesa en un Rincón de la cafetería.

Era  casi mediodía, la mayoría de la gente ya había almorzado  y el grupo para la comida aún no había llegado.

El  gerente de la cafetería se acercó y les preguntó, "¿Qué  está pasando aquí, oficial?", "¿Qué es todo esto?. 

“Este hombre tiene problemas, y esta señora lo trajo  aquí para que coma algo," respondió el policía.

"¡Oh no, Aquí no!", el gerente respondió  airadamente.

"¡¡Tener una persona como este aquí es malo  para mi negocio!!

El Viejo Juan esbozó una  sonrisa con sus pocos dientes. "Señora, se lo dije. Ahora,  ¿si van a dejarme ir?. Yo no quería venir aquí desde un principio." 

La mujer se dirigió al gerente de la  cafetería y sonrió, "Señor, ¿está usted familiarizado  con Hernández y Asociados?, la firma bancaria que está a  dos calles".

"Por supuesto que los conozco",  respondió el administrador con impaciencia. "Ellos tienen  sus reuniones semanales en una de mis salas de  banquetes."

"¿Y se gana una buena cantidad de  dinero con las comidas en estas reuniones  semanales?", preguntó la Señora.

"¿Y eso que le  importa a usted?" 

"Yo, señor, soy Penélope  Hernández, presidenta y dueña de la compañía". “¡¡Oh Perdón!!, dijo el gerente.

La mujer sonrió de nuevo, "Pensé que esto supondría un cambio en su trato". Le dijo al policía, que fuertemente trataba de  contener una carcajada.

"¿Le gustaría tomar con nosotros  una taza de café o tal vez una comida, oficial?", "No,  gracias, señora", replicó el oficial. "Estoy de servicio".
 
"¿Entonces, quizá, una taza de café para llevar?", "Sí, señora. Eso estaría mejor".

El gerente de la  cafetería giró sobre sus talones como recibiendo una  orden. “Voy a traer el café para usted de inmediato  señor oficial " 

El oficial lo vio alejarse. Y  opinó:"Ciertamente lo ha puesto en su lugar", dijo. "Esa no fue mi intención “dijo la señora, lo crea  o no, tengo una buena razón para todo esto". 

Se  sentó a la mesa frente a su invitado a cenar. Ella lo miró  fijamente. "Juan ¿te acuerdas de mí?".

El viejo  Juan miró su rostro, con los ojos  legañosos. "Creo que sí, se me hace familiar".

"Mira Juan, quizá estoy un poco más grande, pero  mírame bien", dijo la Señora. "Tal vez me veas más  llenita ahora, pero cuando tu trabajabas aquí hace  muchos años vine aquí una vez, y por esa misma puerta, muerta de hambre y frío". Algunas lágrimas se posaron  sobre sus mejillas.

"¿Señora?" dijo el Oficial,  No podía creer lo que estaba presenciando, ni siquiera  pensar que la mujer podría llegar a tener hambre. 

"Yo  acababa de graduarme en la Universidad de mi pueblo", la  mujer comentó.

"Yo había llegado a la ciudad en busca de  un trabajo, pero no pude encontrar nada”.

Con la voz  quebrantada la mujer continuaba: Pero cuando me quedaban mis últimos céntimos y me habían echado de mi  apartamento, deambulé por las calles. Era febrero y hacía  frío y estaba casi muerta de hambre, entonces vi este  lugar y entre con la mínima posibilidad de poder conseguir  algo de comer. Con lágrimas en sus ojos la mujer  continuó hablando,...

Juan me recibió con una  sonrisa. "¡Ahora me acuerdo!", dijo Juan. "Yo estaba  detrás del mostrador de servicio. Se acercó y me preguntó  si podría trabajar por algo de comer”. “ Me dijiste que  estabas en contra de la política de la  empresa". Continuó la mujer..

"Entonces, tú me hiciste  el sándwich de carne más grande que había visto nunca, me diste una taza de café, y me fui a un rincón a  disfrutar de mi comida.

Tenía miedo de que te metieras en  problemas. Luego, cuando miré y te vi poner de tu  bolsillo el precio de la comida en la caja registradora,  supe que todo iba a estar bien". 

"¿Así  que usted comenzó su propio negocio?", dijo el viejo Juan.
 
"Si, encontré un trabajo esa misma tarde. Trabajé  muy duro, y me fui hacia arriba con la ayuda de Mi Padre  Dios. Posteriormente empecé mi propio negocio el cual, con  la ayuda de Dios, prosperó". Ella abrió su bolso y sacó  una tarjeta.

"Cuando termines aquí, quiero que vayas a  hacer una visita al señor Martínez, él es el director de  personal de mi empresa. Iré a hablar con él y estoy segura  de que encontrará algo para que puedas hacer algo en la oficina".

Ella sonrió. "Creo que incluso podría darte  un adelanto, suficiente para que puedas comprar algo de  ropa y conseguir un lugar para vivir hasta que te  recuperes. Si alguna vez necesitas algo, mi puerta está  siempre abierta para ti Juan." 

Hubo lágrimas en  los ojos del anciano. "¿Cómo se lo puedo agradecer?, preguntó.

"No me des las gracias", respondió la mujer.  "A Dios dale la gloria. El me trajo a ti." 

Fuera  de la cafetería, el oficial y la mujer se detuvieron y  antes de irse cada uno por su lado.

"Gracias por toda su  ayuda, oficial" Dijo La Sra. Hernández. 

“Al  contrario", dijo el oficial, "Gracias a usted, hoy vi un  milagro, algo que nunca voy a olvidar. Y gracias por  el café. ".

Dios cierra  puertas que ningún hombre puede abrir y abre puertas  que ningún hombre puede cerrar. 

viernes, 9 de noviembre de 2012

Enséñame, Señor

Enséñame, Señor.

A ser dulce y delicado en todos los acontecimientos de la vida; en los desagrados, en la inconsideración de otros, en la insinceridad de aquellos en quienes confiaba, en la falta de fidelidad de aquellos en quienes yo descansaba.

Déjame que yo me ponga a un lado para pensar en la felicidad de los otros; que oculte mis penas y mis angustias, para que así sea yo el único en sufrir sus efectos.

Enséñame a aprovecharme del sufrimiento que se me presenta en mi camino.

Déjame que lo use de tal manera que sirva para suavizarme, no para endurecerme ni amargarme, de modo que me haga paciente, no irritable; generoso en mi perdón, no mezquino, altivo e insufrible.

Que nunca alguien sea menos bueno por haber percibido mi influencia.

Que nadie sea menos puro, menos veraz, menos bondadoso, menos digno por haber sido mi compañero de camino en nuestra jornada hacia la vida eterna.

En tanto que voy dando vueltas de una distracción a otras, déjame susurrar una palabra de amor a Ti.

Que yo viva mi vida en lo sobrenatural, llena de energía para el bien y vigorosa en su empeño de santidad.

Amén.