sábado, 27 de abril de 2013

Oración contra el temor

Ángel de la Guarda, protégeme del temor, Alivia mi miedo.

Dame fuerzas para enfrentarme a lo desconocido y a lo conocido.

Que haya luz donde hay sombras.

Que haya paz donde hay temor.

Que haya valor donde hay miedo.

Dame Oh Ángel Custodio, la fuerza de mil leones para enfrentarme al lobo del mal.

Dame luz para alumbrar el camino del bien.

Dame mil escudos para protegerme de eso o de esos que quieren destruirme.

Muéstrame como ser valiente, para limpiar mi corazón de temores y fracasos.

Guíame porque tu eres el mensajero de la luz, para que mi corazón se purifique del miedo y pueda encontrar el amor, la alegría y la felicidad.

Oh mi Dios, permite a tu mensajero  mi Ángel de la Guarda, que me asista en todo momento, que me sostenga en medio de la adversidad para que el temor no sea ni siquiera una sombra.

Alabado sea el señor en nuestros corazones.

Amén.

sábado, 20 de abril de 2013

Ámame tal como eres

Conozco tu miseria; los combates y tribulaciones de tu alma; la debilidad y las enfermedades de tu cuerpo; conozco tu negligencia, tus pecados, tus abandonos.

Pero, a pesar de todo esto, te digo: “Dame tu corazón, ámame tal cual eres”.

Si esperas a ser un ángel para entregarte al amor, no me amarás jamás. Incluso si recaes en esas faltas que no quisiste haber conocido nunca, incluso si eres negligente en la práctica de la virtud, no te permito que no me ames. Ámame tal cual eres.

En cada instante y en cualquier situación en la que te encuentres, en la consolación o en la desolación, en el fervor o en la sequedad, en la fidelidad o en la infidelidad. Ámame tal como eres. Lo que quiero es el amor de tu corazón indigente. Si para amarme esperas a ser perfecto, no me amarás jamás… Déjate amar.

Quiero tu corazón. Por supuesto que tengo previsto transformarte, pero, mientras tanto te amo tal como eres. Y quisiera que tú hicieras lo mismo. Me gustaría ver cómo, desde el fondo de tu miseria, brota el amor. Amo en ti incluso tu debilidad yo amo el poder de los pobres.

Quisiera que, desde la indigencia, se elevara continuamente este grito: ¡Señor, te amo!. Es el canto de tu corazón lo que me importa. ¿Acaso tengo yo necesidad de tu ciencia y tus talentos?. No son virtudes lo que te pido, y si te las diera, eres tan débil, que tu amor propio enseguida se las atribuiría.

No te preocupes de eso. Sólo trata de llenar el momento presente con tu amor. Hoy, como un mendigo, llamo a la puerta de tu corazón, yo, el señor de los señores. Llamo y espero. Ábreme en seguida; no alegues tu miseria. Si tú no conocieses verdaderamente tu indigencia, morirías de dolor. Lo único que me hiere el corazón es el verte dudar y falto de confianza. Quisiera que pensases en Mi cada instante del día y de la noche.

No quisiera que hicieras ningún acto, por insignificante que sea, por otro motivo que no sea el Amor. Cuando tengas que sufrir, yo te daré la fuerza. Tú me has dado el amor; yo te daré la capacidad de amar por encima de lo que jamás hayas soñado. Pero, acuérdate; “Ámame tal como eres”. No esperes a ser un santo para entregarte al Amor; si no, no me amarás jamás. Amen.

(Beato Carlos de Foucauld)

domingo, 14 de abril de 2013

Cristo me necesita

Necesito tus manos,
Para seguir bendiciendo.

Necesito tus labios,
Para seguir hablando.

Necesito tu cuerpo,
Para seguir sufriendo.

Te necesito,
Para seguir salvando a los hombres,
mis hermanos.

viernes, 5 de abril de 2013

Acto de consagración a Jesús Misericordioso

Oh Jesús Misericordioso,
tu bondad es infinita
y los tesoros de tu gracia son inagotables.

Me abandono a tu Misericordia
que sobrepuja a todas tus obras,
me consagro enteramente a Ti
para vivir bajo los rayos de tu gracia
y de tu amor que brotaron
de tu Corazón traspasado en la Cruz.

Quiero dar a conocer tu Misericordia
por medio de las obras de misericordia
corporales y espirituales,
especialmente con los pecadores,
consolando y asistiendo
a los pobres afligidos y enfermos.

Mas, Tú me protegerás como cosa tuya,
pues todo lo temo de mi debilidad
y todo lo espero de tu Misericordia.

Que toda la humanidad comprenda
el abismo insondable de tu Misericordia,
a fin de que poniendo
toda su esperanza en ella,
pueda ensalzarla por toda la eternidad.

Amén.

sábado, 30 de marzo de 2013

Oración a Jesús resucitado

La noche de la cruz se ha iluminado para siempre,
Jesús, hermano, amigo, Señor.

Nuestra débil historia
de mujeres y hombres
a menudo desconcertados,
se ha llenado de luz.

Nos has amado, Jesús,
Hasta morir en una muerte indigna;
Pero ese amor tuyo, pleno, total, definitivo,
Ha abierto las puertas de la vida para siempre.

En todas partes, Jesús,
En las personas, en los acontecimientos,
Podemos descubrir la fuerza luminosa
De tu vida.

Y por eso ahora, al celebrar tu resurrección,
Afirmamos con todo vigor nuestra fe en ti:
Tú eres el Hijo de Dios,
Tú eres el enviado del Padre para salvarnos,
Tú nos llenas de tu mismo Espíritu,
A nosotros, a toda la Iglesia,
Y a todos los hombres y mujeres del mundo entero.

Es Pascua, Jesús, hermano, amigo, Señor.

Es Pascua, y tu vida es vida para toda la humanidad.

domingo, 24 de marzo de 2013

Via crucis de la Divina Misericordia

I Estación. Jesús es condenado

“Me da vergüenza Señor ponerme delante de Tu santo semblante, porque me parezco tan poco a Ti.

En la flagelación sufriste tanto por mí que sólo ese dolor te hubiera matado si no fuera por la voluntad y la sentencia del Padre celestial que murieras en la cruz.

Y para mí es difícil aguantar las infracciones pequeñas e imperfecciones de las personas de casa y de los prójimos.

Tú, por misericordia, derramaste tanta sangre por mí.

Y para mí cada ofrecimiento, cada abnegación para el prójimo es dura.

Tu con paciencia inefable y callando enduraste el dolor de flagelación y yo me quejo y gimo cuando me toque aguantar por Ti algún dolor o desprecio por parte del prójimo” (Tomo II, p. 103).

SEÑOR, AYÚDAME A SEGUIRTE CON CONFIANZA

II Estación. Jesús carga con la cruz

“Con profunda compasión voy a seguir a Jesús.

Voy a soportar con paciencia ese disgusto, qué pequeño para dar homenaje a Su camino al Gólgota.

¡Si va a la muerte por mí!
 ¡Por mis pecados sufre!

¿Cómo puedo estar indiferente respecto a eso?

No quieres Señor que lleve contigo tu pesada cruz sino que aguante diariamente, pacientemente mis pequeñas cruces.

Pero hasta ahora no lo he hecho.

Me da vergüenza y pena esa pusilanimidad e ingratitud mía.

Decido recibir con confianza y aguantar con amor todo lo que pongas sobre mí por Tu misericordia” (Tomo II, p. 119).

SEÑOR, AYÚDAME A SEGUIRTE CON CONFIANZA

III Estación. Jesús cae por primera vez

“Llevaste Señor una terrible carga los pecados de todo el mundo de todos los tiempos.

Por eso cesan Tus fuerzas.

No puedes seguir con este peso debajo del cual Te caes.

Cordero de Dios que, por Tu misericordia, quitas el pecado del mundo, por el peso de Tu cruz, desembarázame de la pesada carga de mis pecados y enciende el fuego de Tu amor, para que su llama nunca muera” (Tomo II, p. 123).

SEÑOR, AYÚDAME A SEGUIRTE CON CONFIANZA

IV Estación. Jesús encuentra a su Madre

“Madre Santísima, madre Virgen, haz que me contagie del dolor de Tu alma.

 Te quiero Madre dolorosa que sigues el mismo camino por el que caminó tu amadísimo Hijo, el camino de vergüenza y   humillación, de menosprecio y maldición, grábame en Tu corazón inmaculado y, como la Madre de Misericordia, concédeme la gracia, para que, siguiendo a Jesús y a Ti, no me deprima en este espinoso camino de Calvario que también para mí trazó la Divina Misericordia” (Tomo II, p. 126).

SEÑOR, AYÚDAME A SEGUIRTE CON CONFIANZA

V Estación. Jesús es ayudado por el Cirineo

“Como a Simón, también para mí la cruz es una cosa penosa.

De la naturaleza la rehuyó, pero las circunstancias me obligan a acostumbrarme a ella.

Desde ahora voy a tratar de llevar mi cruz con la disposición de Cristo.

Voy a llevar la cruz por mis pecados, por los otros, para las almas que sufren en el purgatorio, imitando al misericordiosísimo Salvador.

Entonces voy a hacer el camino real de Cristo, y voy a seguir por él, aun cuando me rodee una multitud de gente enemiga, burlándose de mí” (Tomo II, p. 129).

SEÑOR, AYÚDAME A SEGUIRTE CON CONFIANZA

VI Estación. Verónica limpia el rostro de Jesús

“Jesús ya no sufre, no puedo darle un velo para enjugar el sudor y la sangre.

Mas el sufriente Salvador sigue viviendo en Su cuerpo místico, en sus hermanos, cargados con la cruz, pues en los enfermos, agonizantes, pobres, necesitados a los que les falta un paño para enjugarles el sudor.

Si Él dijo: “En verdad os digo, que todo lo que hicisteis por uno de estos mis hermanos, por humildes que sean, por mí mismo lo  hicisteis.”, pues voy a ponerme al lado de un enfermo, un  agonizante con verdadero amor y paciencia para enjugarle el  sudor, para fortalecerle y consolarle” (Tomo II, p. 132).

SEÑOR, AYÚDAME A SEGUIRTE CON CONFIANZA

VII Estación. Jesús cae por segunda vez

“Señor ¿cómo puedes tolerarme a mí pecador todavía, que te ofendo innumerables veces con mis pecados cotidianos?

Me lo puedo explicar solamente con la grandeza de tu misericordia que todavía sigues esperando a que me mejore.

Ilumíname Señor con la luz de Tu gracia para que conozca todos mis errores y malas inclinaciones que causaron que volvieras a caer bajo la cruz.

Para que desde ahora las extirpe sistemáticamente.

Sin Tu gracia no puedo librarme de ellos” (Tomo II, p. 136).

SEÑOR, AYÚDAME A SEGUIRTE CON CONFIANZA

VIII Estación. Jesús encuentra a algunas mujeres

“Hay también para mí un tiempo de misericordia, pero limitado.

Después de ese tiempo se hará la justicia, de lo cual habla amenazante Jesús.

Estoy cargado con muchas culpas, estoy marchitando y  consumiéndome del temor, pero voy a seguir los pasos de Jesús, voy a tomarme la contrición al corazón y voy a hacer justicia con  la sincera penitencia.

A esta penitencia me estimula la infinita misericordia de Jesús  que había cambiado su corona de gloria a la corona de espinas,  salió a buscarme y, al haberme encontrado, me abrazó a su corazón” (Tomo II, p. 139).

SEÑOR, AYÚDAME A SEGUIRTE CON CONFIANZA

IX Estación. Jesús cae por tercera vez

“Por mí sufre Jesús y por mí cae bajo la cruz.

¿Dónde estaría hoy yo sin el sufrimiento del Salvador?

Por lo tanto, todo lo que hoy tenemos y quien somos en el sentido sobrenatural, todo lo debemos solamente a la Pasión de Jesucristo.

Hasta el cargar con nuestra cruz no significa nada sin la gracia.

Solamente Su pasión hace nuestra contrición merecedora y la penitencia eficaz.

Sólo la misericordia, revelada en su triple caída es la garantía de mi salvación” (Tomo II, p. 142).

SEÑOR, AYÚDAME A SEGUIRTE CON CONFIANZA

X Estación. Jesús es despojado de su ropa

“En este terrible misterio estuvo presente la Santísima Madre que lo vio todo, lo escuchó todo y lo miró todo con atención.

Uno puede imaginarse el dolor interior por el que pasó viendo a  Su Hijo profundamente avergonzado en la sangrienta desnudez, probando una amarga bebida a la que yo también había vertido la  amargura con el pecado del abuso de la comida y la bebida.

Desde este momento decido, con ayuda de la gracia Divina,  practicar una sabia mortificación en este asunto, para que  la  desnudez de mi alma no ofenda los ojos de Jesús ni a Su  santísima Madre” (Tomo II, p. 145).

SEÑOR, AYÚDAME A SEGUIRTE CON CONFIANZA

XI Estación. Jesús es clavado en la Cruz

"Pongámonos en los pensamientos en Gólgota, bajo la cruz de  Jesús y meditemos en esa terrible escena.

Entre el cielo y la tierra está colgado el Salvador, en las afueras, rechazado por su gente, está colgado como un delincuente, entre  otros delincuentes, como una imagen de la ínfima miseria,  desamparo y dolor.

Sin embargo Él se parece a un comandante, que conquista las naciones, no con espada y armas sino con la cruz, no para matarlas sino para salvarlas.

Porque la cruz del Salvador se hará desde entonces una herramienta de la gloria de Dios, de la justicia y de la infinita misericordia“ (Tomo II, p. 150).

SEÑOR, AYÚDAME A SEGUIRTE CON CONFIANZA

XII Estación. Jesús entrega su Espíritu al Padre

"Nadie presenció ese acto de sacrificio con tan maravillosos y adecuados sentimientos y pensamientos como la Madre de la Misericordia.  

Tal como durante la Concepción y la Natividad sustituía a toda la  humanidad, adorando y amando ardientemente al Dios del  universo, también ante su muerte adoraba el cuerpo inerte, lloraba  la pérdida del Hijo, pero a la vez no se olvidaba de sus hijos  adoptivos.

Los representantes de ellos son San Juan Apóstol y el recién  convertido criminal por el cual había intercedido.

Toma también mi defensa, o Madre de Misericordia, acuérdate de  mí, cuando en mi agonía, encomiende mi alma al Padre" (Tomo  II, p. 195).

SENOR, AYÚDAME A SEGUIRTE CON CONFIANZA

XIII Estación. Jesús es bajado de la cruz

"Misericordiosísimo Salvador, ¿qué corazón resistirá la cautivadora, rompedora elocuencia con la que nos hablas con las innumerables heridas de Tu cuerpo muerto reposante en el seno  de Tu dolorosa Madre?

Cada acción Tuya hubiera bastado como propiciación de la  justicia y la reparación de las ofensas.

En cambio elegiste esa manera de redención para resaltar el gran  valor de muestra alma y Tu inagotable misericordia.

Para que incluso el mayor pecador pueda venir a Ti con confianza  y contrición, y recibir perdón como lo recibió el criminal agonizante hace mucho tiempo” (Tomo II, p. 208).

SENOR, AYÚDAME A SEGUIRTE CON CONFIANZA

XIV Estación. Jesús es puesto en el sepulcro

"Madre de Misericordia, me adoptaste para que me hiciera  hermano de Jesús, por el cual lloras tras ponerle en la tumba. 

No le des caso a mi debilidad, inestabilidad y dejadez por las que  lloro incesantemente y a las que renuncio constantemente, pero acuérdate de la voluntad de Jesús que me había puesto bajo Tu protección.

Cumple pues Tu misión en cuanto a mí, por desmerecedor que  sea, dadme tantas gracias del Salvador que mi debilidad necesita.

Sé para mí siempre la Madre de misericordia” (Tomo II, p. 224).

SENOR, AYÚDAME A SEGUIRTE CON CONFIANZA

fuente: http://siembraconmigo.blogspot.com

viernes, 22 de marzo de 2013

Oración de Juan Pablo II, consagración santuario divina misericordia

Consagración el 17 de agosto de 2002

Dios, Padre misericordioso,
que has revelado tu amor
en tu Hijo Jesucristo
y lo has derramado sobre nosotros
en el Espíritu Santo Consolador,
te confiamos hoy el destino
del mundo y de todo hombre.

Inclínate hacia nosotros, pecadores;
sana nuestra debilidad;
derrota todo mal; haz que todos
los habitantes de la tierra experimenten
Tu misericordia, para que en Ti,
Dios uno y trino, encuentren
siempre la fuente de la esperanza.

Padre eterno, por la dolorosa pasión
y resurrección de tu Hijo,
ten misericordia de nosotros
y del mundo entero.

Amén.