viernes, 28 de enero de 2011

Las tres Avemarías

Indudablemente, uno de los medios más eficaces de salvación, y uno de los signos más seguros de predestinación, es la devoción a la Santísima Virgen. Todos los Santos Doctores de la Iglesia son unánimes en decir, con San Alfonso María de Ligorio: “Un siervo devoto de María nunca perecerá”.

Lo más importante es perseverar fielmente en esta devoción hasta la muerte.

¿Puede haber una práctica más fácil, o más conveniente para todos, que la recitación diaria de tres Avemarías en honor de los privilegios otorgados a la Santísima Virgen por la Adorable Trinidad?

Uno de los primeros en rezar las tres Avemarías y recomendarlas a otros ha sido el glorioso San Antonio de Padua. Su objetivo específico al adoptar esta práctica fue honrar la virginidad sin mancha de María y preservar una pureza perfecta de la mente, del corazón, y del cuerpo, en medio de los peligros del mundo. Muchos, como él, han sentido sus efectos saludables.

Posteriormente, el célebre misionero San Leonardo de Port-Maurice rezaba las tres Avemarías por la mañana y por la noche en honor de María Inmaculada, para obtener la gracia de no cometer pecados mortales durante el día ni durante la noche; además, prometió de una manera especial la salvación eterna a todos aquellos que permanecieran fieles a esta práctica.

Siguiendo el ejemplo de aquellos dos grandes Santos Franciscanos, San Alfonso María de Ligorio adoptó esta práctica piadosa y le dio su apoyo entusiástico y vigoroso. Aconsejaba su uso y llegó a imponérselo como penitencia a quienes aún no hubiesen adoptado esta benéfica práctica.

El Santo Doctor exhortaba, en particular, a los padres y a los confesores a que observasen atentamente si los niños continuaban rezando diariamente las tres Avemarías, por la mañana y por la noche. Es más, como San Leonardo de Port-Maurice, se lo recomendaba a todos, “a los piadosos y a los pecadores, a los jóvenes y a los viejos”.

Hasta las personas consagradas a Dios obtendrán muchos frutos preciosos y saludables de esta práctica. Numerosos ejemplos demuestran lo mucho que le agradan las tres Avemarías  a la Madre Divina, y las gracias especiales que obtienen, durante su vida y a la hora de la muerte aquellos que nunca las omiten todos los días, sin excepción.

Esta práctica ha sido revelada a Santa Matilde (Siglo XIII) con la promesa de una buena muerte, si mantuviese diariamente dicha práctica.

Está escrito, también, en las Revelaciones de Santa Gertrudis: “Mientras esta Santa cantaba el Avemaría, en los maitines de la Anunciación, de repente vio tres llamas resplandecientes que salían del Corazón del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo, y penetraban en el Corazón de la Santísima Virgen”. A continuación, escuchó las siguientes palabras: “Después del Poder del Padre, de la Sabiduría del Hijo, y de la Ternura misericordiosa del Espíritu Santo, nada se aproxima al poder, a la sabiduría y a la ternura misericordiosa de María”.

Su Santidad Benedicto XV elevó la Cofradía de las Tres Avemarías a una Archicofradía al concederle preciosas indulgencias, con el poder de reunir todas las Cofradías del mismo tipo, y de compartir con ellas sus propias indulgencias.

Práctica: por la mañana y por la noche, rece tres Avemarías en honor de los tres grandes privilegios, añadiendo esta invocación al final: por la mañana: “¡Oh, Madre mía!, libradme del pecado mortal durante este día”, y por la noche: “¡Oh, Madre mía!, libradme del pecado mortal durante esta noche”.

lunes, 24 de enero de 2011

Oración para pedir la humildad de corazón

PARA PEDIR LA HUMILDAD DE CORAZÓN.

Jesús mío, por tu amor, por tu infinita misericordia, dame un poquito de luz, QUE YO TE CONOZCA Y ME CONOZCA A MI, aunque tenga mucho que sufrir.

Que yo sea buena y te busque en todo sólo a Ti, que yo sea sencilla y chiquita, que no busque más que esconderme en todo y siempre.

Jesús mío, dame la humildad y la dulzura de tu corazón, dime lo que tengo que hacer y lo que tengo que hablar, dímelo todo Jesús mío; hazme muy dócil, y que voluntariamente no te desagrade nunca.

Jesús mío, yo no puedo nada, pero Tú lo puedes todo.

Ayúdame, no me dejes, dame rectitud en todo.

Haz que te ame mucho, Jesús mío, soy tuya.

María Emilia Riquelme y Zayas.
Fundadora de las Misioneras del Stmo. Sacramento y Mª Inmaculada

viernes, 14 de enero de 2011

Cuando habla el silencio

Cuando el silencio habla, la vida se transforma…

Cuando el silencio de las flores habla,
la vida se llena de alegría.

Cuando el silencio del dolor habla,
la vida se hace misterio.

Cuando el silencio del amigo habla,
la vida se hace ternura.

Cuando el silencio del amor habla,
la vida se hace comunión.

Cuando el silencio del misterio habla,
la vida se transforma en adoración

Cuando el silencio de la noche habla,
la vida se vive con nostalgia de Dios.

Cuando el silencio de tu corazón habla,
la vida se transforma en amor.

Cuando el silencio de tu alma habla,
tu vida se transforma en oración.

Cuando el silencio de Dios habla,
la vida se transforma en misterio de Dios.

Cuando el silencio te habla en el alma,
te transformas en enamorado de Dios

Cuando el silencio de la luz de Dios habla,
tu vida se llena de la transparencia de Dios.

Silencio, silencio para que te hable la voz del silencio…

Silencio en tu cuerpo, silencio en tu mente,
silencio en tu corazón silencio en todo tu ser…

Atención amorosa a Dios,
abierta y receptiva al silencio elocuente de Dios.

El silencio es la música del alma.
Escúchalo…

Manuel J. Fernández Márquez, s.j.

sábado, 8 de enero de 2011

Tu rostro busco, Señor

Entra en lo más profundo de tu alma:
aleja de ti todo, excepto a Dios
y lo que te pueda ayudar a encontrarlo.
Cierra la puerta de tu habitación,
Y búscalo en el silencio.

Di a Dios con todas tus fuerzas,
díselo al Señor:
“Busco tu rostro
Tu rostro busco, Señor”.

Y ahora, Señor y Dios mío,
enséñame cómo y en dónde
tengo que buscarte,
en dónde y cómo te alcanzaré.

Señor, tu eres mi Dios.
Tú eres mi Señor,
pero no te conozco.
Tú me creaste y me redimiste.
Tú me diste cuanto tengo,
pero aún no te conozco.
Fui creado para verte,
y aún no pude alcanzar
el fin para el que fui creado.

Enséñame a buscarte,
muéstrame tu rostro,
Porque si Tú no me lo enseñas
no te podré encontrar.

No te podré encontrar
si Tú no te haces presente.
Te buscaré deseándote,
te desearé buscándote.
Amándote te encontraré.
Encontrándote, te amaré.
Amen.

martes, 4 de enero de 2011

Maravilloso padre nuestro

Padre nuestro que estás en los cielos, en la tierra y en todo el universo.

Santificado sea tu nombre, aun cuando el dolor y la desilusión hieran nuestro corazón.

Bendito seas.

El pan nuestro de cada día, dánoslo hoy para renovar nuestras fuerzas físicas, y también para nuestro espíritu.
Perdona nuestras ofensas, pero enséñanos antes a merecer Tu perdón,  perdonando a aquellos que causan nuestros dolores, oprimen nuestros corazones y destruyen nuestras ilusiones.

Que podamos perdonarlos no con los labios, sino con el corazón.

Aparta de nuestro camino todo sentimiento contrario a la caridad.

Que este Padre Nuestro  sea dadivoso con todos aquellos que sufren.

Que una parte de este Padre Nuestro vaya hasta las cárceles donde algunos sufren merecidamente, pero otros por error judicial.

Que vaya hasta los sanatorios iluminando las mentes perturbadas que allí se encuentran.

Que vaya hasta los hospitales, donde muchos lloran y sufren sin el consuelo de una palabra amiga.

Que vaya a todos aquellos que en este momento pasan las puertas de la vida terrenal a la vida espiritual, para que los guíes y le des Tu Perdón.

Que este Padre Nuestro vaya hasta los orfanatos donde pobres e infelices criaturas fueron abandonadas, dándoles apoyo y fe.

Que vaya hasta el seno de la Tierra  donde el minero está expuesto al fuego, y que al final del día, regrese sano donde su familia.

Que este Padre Nuestro vaya hasta los dirigentes de las naciones para que eviten la guerra y cultiven la paz.

Ten  piedad de los huérfanos y las viudas.

De aquellos que no tienen un pedazo de pan.

Ten compasión de los que andan por los aires.

De los que luchan contra los vendavales en un mar bravío.

Ten piedad de la mujer  que da a luz una nueva vida.

Que la paz y la armonía esté siempre entre nosotros.

Así sea.

domingo, 2 de enero de 2011

Letanias de la humildad

Jesús manso y humilde de corazón. Óyeme.

Del deseo de ser estimado. Líbrame. Jesús.

Del deseo de ser lisonjeado.

Del deseo de ser alabado.

Del deseo de ser honrado.

Del deseo de ser aplaudido.

Del deseo de ser preferido a otros.

Del deseo de ser consultado.

Del deseo de tener aceptación.

Del temor de ser humillado.

Del temor de ser despreciado.

Del temor de ser reprendido.

Del temor de ser calumniado.

Del temor de ridículo.

Del temor de ser injuriado.

Del temor de ser juzgado con malicia.


Que otros sean más amados que yo. Jesús, concédeme la gracia de desearlo.


Que otros sean más estimados que yo.


Que otros crezcan en la opinión del mundo y yo me eclipse.

Que otros sean alabados y de mí no se haga caso.

Que otros sean empleados en cargos y a mí se me juzgue inútil.

Que otros sean preferidos a mí en todo.

Que los demás sean más santos que yo, con tal que yo sea todo lo santo que pueda.


Oh Jesús, que, siendo Dios, te humillaste hasta la muerte y muerte de cruz para ser ejemplo perenne que confunda nuestro orgullo y amor propio.

Concédenos la gracia de aprender y practicar tu ejemplo, para que humillándonos como corresponde a nuestra miseria aquí en la tierra, podamos ser ensalzados hasta gozar eternamente de ti en el cielo. Amén.

miércoles, 29 de diciembre de 2010

Los Reyes Magos

Los Reyes Magos son verdad.         


Apenas su padre se había sentado al llegar a casa, dispuesto a escuchar como todos los días lo que su hija le contaba de sus actividades en el colegio, cuando ésta en voz algo baja, como con miedo, le dijo:
¿Papa?
  
- Sí, hija, cuéntame
  
- Oye, quiero... que me digas la verdad
  
- Claro, hija. Siempre te la digo -respondió el padre un poco sorprendido
  
- Es que... -titubeó Blanca
  
- Dime, hija, dime.
  
- Papá, ¿existen los Reyes Magos?
      
El padre de Blanca se quedó mudo, miró a su mujer, intentando descubrir el origen de aquella pregunta, pero sólo pudo ver un rostro tan sorprendido como el suyo que le miraba igualmente.

- Las niñas dicen que son los padres. ¿Es verdad?
 
La nueva pregunta de Blanca le obligó a volver la mirada hacia la niña y tragando saliva le dijo:
 
- ¿Y tú qué crees, hija?
  
- Yo no se, papá: que sí y que no. Por un lado me parece que sí que existen porque tú no me engañas; pero, como las niñas dicen eso.
  
- Mira, hija, efectivamente son los padres los que ponen los regalos pero...
  
- ¿Entonces es verdad? -cortó la niña con los ojos humedecidos-. ¡Me   habéis engañado!
  
- No, mira, nunca te hemos engañado porque los Reyes Magos sí que existen -respondió el padre cogiendo con sus dos manos la cara de Blanca.
  
- Entonces no lo entiendo. Papá.
  
-  Siéntate, Blanquita, y escucha esta historia que te voy a contar porque ya ha llegado la hora de que puedas comprenderla -dijo el padre, mientras señalaba con la mano el asiento a su lado.
 
Blanca se sentó entre sus padres ansiosa de escuchar cualquier cosa que le sacase de su duda, y su padre se dispuso a narrar lo que para él debió de ser la verdadera historia de los Reyes Magos:
 
- Cuando el Niño Jesús nació, tres Reyes que venían de Oriente guiados por una gran estrella se acercaron al Portal para adorarle. Le llevaron regalos en prueba de amor y respeto, y el Niño se puso tan contento y parecía tan feliz que el más anciano de los Reyes, Melchor, dijo:
  
- ¡Es maravilloso ver tan feliz a un niño! Deberíamos llevar regalos a todos los niños del mundo y ver lo felices que serían. 
 
- ¡Oh, sí! -exclamó Gaspar-. Es una buena idea, pero es muy difícil de hacer. No seremos capaces de poder llevar regalos a tantos millones de niños como hay en el mundo.

Baltasar, el tercero de los Reyes, que estaba escuchando a sus dos compañeros con cara de alegría, comentó:
  
- Es verdad que sería fantástico, pero Gaspar tiene razón y, aunque somos magos, ya somos ancianos y nos resultaría muy difícil poder recorrer el mundo entero entregando regalos a todos los niños. Pero sería tan bonito.
  
Los tres Reyes se pusieron muy tristes al pensar que no podrían realizar su deseo. Y el Niño Jesús, que desde su pobre cunita parecía escucharles muy atento, sonrió y la voz de Dios se escuchó en el Portal:  

- Sois muy buenos, queridos Reyes Magos, y os agradezco vuestros regalos. Voy a ayudaros a realizar vuestro hermoso deseo. Decidme:
  
¿Qué necesitáis para poder llevar regalos a todos los niños?
 
- ¡Oh, Señor! -dijeron los tres Reyes postrándose de rodillas.
  
Necesitaríamos millones y millones de pajes, casi uno para cada niño que pudieran llevar al mismo tiempo a cada casa nuestros regalos, pero, no podemos tener tantos pajes., no existen tantos.
  
- No os preocupéis por eso -dijo Dios-. Yo os voy a dar, no uno sino dos pajes para cada niño que hay en el mundo.
  
- ¡Sería fantástico! Pero, ¿cómo es posible? -dijeron a la vez los tres Reyes Magos con cara de sorpresa y admiración.
  
- Decidme, ¿no es verdad que los pajes que os gustaría tener deben querer mucho a los niños? -preguntó Dios.
  
- Sí, claro, eso es fundamental - asistieron los tres Reyes.
 
- Y, ¿verdad que esos pajes deberían conocer muy bien los deseos de los niños?  

- Sí, sí. Eso es lo que exigiríamos a un paje -respondieron cada vez más entusiasmados los tres.
  
- Pues decidme, queridos Reyes: ¿hay alguien que quiera más a los niños y los conozca mejor que sus propios padres?
 
Los tres Reyes se miraron asintiendo y empezando a comprender lo que Dios estaba planeando, cuando la voz de nuevo se volvió a oír:
  
- Puesto que así lo habéis querido y para que en nombre de los Tres Reyes Magos de Oriente todos los niños del mundo reciban algunos regalos, YO, ordeno que en Navidad, conmemorando estos momentos, todos los padres se conviertan en vuestros pajes, y que en vuestro nombre, y  de vuestra parte regalen a sus hijos los regalos que deseen.

También ordeno que, mientras los niños sean pequeños, la entrega de regalos se haga como si la hicieran los propios Reyes Magos.

Pero cuando los niños sean suficientemente mayores para entender esto, los padres les contarán esta historia y a partir de entonces, en todas las Navidades, los niños harán también regalos a sus padres en prueba de cariño. Y, alrededor del Belén, recordarán que gracias a los Tres Reyes Magos todos son más felices.
 
Cuando el padre de Blanca hubo terminado de contar esta historia, la niña se levantó y dando un beso a sus padres dijo:
 
- Ahora sí que lo entiendo todo papá.., y estoy muy contenta de saber que me queréis y que no me habéis engañado.
Y corriendo, se dirigió a su cuarto, regresando con su hucha en la mano mientras decía:
  
- No sé si tendré bastante para compraros algún regalo, pero para el año que viene ya guardaré más dinero.
 
Y todos se abrazaron mientras, a buen seguro, desde el Cielo, tres Reyes Magos contemplaban la escena tremendamente satisfechos.
 
Feliz Navidad desde todas las partes del mundo.